La junta directiva del club catalán decidió dimitir en bloque. La resistencia de Bartomeu llegó a su fin.
Del “no hay razones para dimitir” a la dimisión en bloque de toda su junta. Sí, con él incluido. Nada define mejor al personaje que su doblez. Ante acólitos y enemigos. Qué más da. Esta vez, la contradicción de Josep Maria Bartomeu ya fue definitiva. Lo que quizá no esperaba el presidente del Barcelona es que tras años entregado a la supervivencia extrema quien acabaría por rematarle sería la Generalitat, con cuentas pendientes que resolver por el dudoso equilibrio político del dirigente, e implacable en el momento decisivo. En pleno estado de alarma, sin bares ni restaurantes en Cataluña y con un confinamiento nocturno. Pero seguro el Govern de no existir “impedimentos legales ni sanitarios” para celebrar un voto de censura al que estarían convocados 110.132 socios. Seguro también de no querer atender al desesperado auxilio de un Bartomeu que, en realidad, nunca quiso someterse a un referéndum que juzgara su convulso régimen (enero de 2014 a octubre de 2020).
Bartomeu, que atendió a los medios el lunes en una comparecencia con aroma a legado, entrega así el gobierno del club a una comisión gestora, cuya «función principal», según marca la carta magna de la entidad, será la convocatoria de elecciones en el plazo de tres meses desde que ésta se constituya. El empresario Víctor Font, cuya gran carta electoral es la de Xavi Hernández, es uno de los grandes aspirantes a hacerse con la silla presidencial. Joan Laporta, pese a llevar tiempo trabajando en su candidatura, aún no la ha anunciado. Como tampoco lo ha hecho, y quizá ya no lo haga, quien debiera contar con el beneplácito del ex presidente Sandro Rosell.
La resistencia de Bartomeu llegó a su fin este martes, con varios de sus directivos presionando para poner fin a la agonía. Bastaron cinco líneas de una carta enviada este martes por el Govern al CEO del Barcelona, Òscar Grau, para poner acabar con un mandato que el presidente pretendía apurar para acicalar cuanto pudiera las cuentas de un club con una deuda de 820 millones de euros. En dicha misiva, remitida por representantes de los departamentos de Interior y Salud de la Generalitat, la Generalitat reiteraba que nada debía impedir la celebración del voto de censura. Siempre y cuando, eso sí, el club azulgrana asumiera los requisitos propuestos por el Procicat y que el Barcelona conocía desde el pasado 21 de octubre.
Dicho protocolo pasaba por que 21 sedes (13 en Cataluña, siete en el resto de España, y una en Andorra) acogieran la votación. Algo para lo que el Barcelona reclamaba 15 días más de plazo al verse incapacitado para organizar el plan. Aunque que ello comportara saltarse sus propios estatutos, que marcaban como último día este martes para que la entidad convocara el referéndum. Los promotores de la moción ya amenazaban con denuncias ante el Tribunal Català de l’Esport. La posibilidad de emplear el Camp Nou como única sede nunca fue tenida en cuenta por la Generalitat, pese a que el club azulgrana le remitió un nuevo protocolo de 21 páginas el pasado domingo.
Los servicios jurídicos del Barcelona estaban convencidos de que sería sencillo obtener un paraguas legal para reclamar esos 15 días de margen en los que Bartomeu hubiera acabado de barrer la casa (las negociaciones de recorte salarial, o «adecuación», concluyen la próxima semana, el próximo 5 de noviembre). Para ello, en el club hubieran alegado la dificultad de obtener los permisos de todas las Comunidades Autónomas que hubieran estado implicadas en la votación o la prohibición de reuniones sociales de más de seis personas durante el estado de alarma. Ya no será necesario.
Bartomeu abandona el Barcelona después de ganar 13 títulos con el primer equipo y de haber soportado infinidad de crisis. Algunas de ellas aún judicializadas como el Barçagate. Fue el presidente que heredó el trono de su íntimo Sandro Rosell y que ganó unas elecciones gracias al eslogan del tridente y el triplete. El que permitió que el club fuera condenado por fraude fiscal en el caso Neymar. La segunda carpeta del asunto continúa pendiente de juicio. El que tuvo bajo su mando a cinco directores deportivos y cinco entrenadores. El que vio cómo le dimitían seis vicepresidentes. El que despilfarró los 222 millones de la huida de Neymar y firmó a los tres fichajes más caros de la historia del club (Coutinho, Dembélé y Griezmann). El de Roma y Liverpool. El del 2-8 de Lisboa. El que deja el club con una deuda de 820 millones de euros sin haber podido ejecutar su faraónico Espai Barça. Sí, también el que impidió la marcha de Leo Messi, cuando éste consideró que su carrera como azulgrana no merecía otro final que un burofax.
Fuente Diario El Mundo