La Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (Sati) envió a fines de mayo una carta a la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, y a los ministros de Salud provinciales, solicitando, entre otras cosas, que la materia Terapia Intensiva sea obligatoria en la currícula de grado de la carrera de Medicina, mejoras en el ámbito laboral y reconocimiento económico. Hasta ahora no tuvieron ninguna respuesta, pese a estar desde hace más de un año en la primera línea de fuego de la pandemia.
“Es un documento que apunta a la preservación de la especialidad. Este año se recibieron tres terapistas en Rosario. Tuvimos que abrir la mesa anticipadamente para que puedan trabajar como corresponde para un promedio que da la provincia de Santa Fe de una necesidad de 25 puestos anuales. Quedan vacantes entre 15 y 18 puestos en total. Nadie quiere tomar esos cargos”, remarcó Guillermo Mazzei, integrante de la Sati.
“No se renuevan los cargos, los jefes de servicio se jubilan y no se reponen en cantidad y calidad. Los chicos jóvenes buscan otras especialidades. Se han muerto cerca de 40 médicos especializados en medicina crítica. Si somos pocos, quedamos cada vez menos. Las guardias se ocupan pero no por personal calificado y no es lo mismo”, agregó el profesional.
Mazzei explicó que Rosario tiene actualmente entre 120 y 130 terapistas. “Por la cantidad de camas que tenemos necesitaríamos que se reciban 18 profesionales anuales mínimo”, añadió.
En la carta, los terapistas hablan de “guardias extenuantes, agotamiento físico y mental, y, fundamentalmente, la falta de personal especializado que afecta la calidad de atención brindada”. Además señalan que realizan “guardias de 24 horas, sin descanso y con una gran carga laboral, a pesar de nuestras paupérrimas remuneraciones, que recibimos como profesionales altamente calificados. Hemos padecido compañeros enfermos, que aún no pueden volver a trabajar, y otros lamentablemente han fallecido. El estrés permanente ha impactado negativamente en la esfera psicológica y emocional”.