Así entiende la circunstancia de violencia urbana el padre Fabián Belay, de la Pastoral Social de la Drogadependencia. “Éstas son las consecuencias de la ausencia de políticas públicas y de oportunidades laborales”.
La situación en torno a la violencia urbana que campea en Rosario parece no tener modificación posible, a la luz de la repetición de hechos que, las más de las veces, siegan vidas como si fuera algo ordinario.
El Padre Fabián Belay, de la Pastoral Social de la Drogadependencia, se cuenta entre los que entienden que deben predicar el Evangelio entre los más vulnerables y necesitados y, al solicitársele su opinión, comentó: “Nos hace bien reflexionar para no naturalizar las pérdidas de vidas por la situación de violencia. Pero tenemos que trabajar juntos para darle solución y para perfeccionar el ver hacia dónde queremos caminar como sociedad”.
Indisimulablemente, el consumo de sustancias problemáticas ha calado hondo en los sectores más vulnerables. “Rosario siempre se proyectó en el centro y éstas son las consecuencias de haber abandonado los barrios, con ausencia de políticas públicas y de oportunidades laborales. El narcotráfico ganó los espacios que el Estado abandonó. Así, se construyó otra cultura, la de poder sobrevivir cuando nadie dirime nada”.
“El gran problema es que no hay quién intervenga para prevenir”, señaló.. “Hace años que vemos morir a jóvenes, a familias enteras acribilladas, y eso se da cada vez más aceleradamente. Dentro de los barrios populares hay gente muy trabajadora que quiere progresar, pero hay no menos de treinta años de retroceso en esos barrios. Hay bronca por la injusticia social en que se vive y la violencia se establece como un modo de relación”.
Sobre los dispositivos que podrían implementarse para rescatar a un pibe del consumo problemático, Belay indicó: “Hace 10 años que pedimos un lugar al cual las madres de hijos que tienen eos problemas serios puedan ir, para ser contenidos y acompañados. Hay asistencia pero no en la dimensión del problema y las familias terminan yendo a la justicia en busca de una solución terapéutica. Hoy tenemos 22 granjas de internación y asistencia y centros ambulatorios, que es poco para una ciudad cuyo 50 por ciento está en la pobreza y en la que el índice de consumo (de drogas) aumentó un 200 por ciento en los últimos dos años”.
La conclusión del sacerdote fue: “Necesitamos como sociedad empezar a hacer puentes entre la realidad de la gente y la política”.