La mujer estaba frente a un centro comunitario en Cabín 9 cuando fue abordada por tres delincuentes, quienes le apuntaron con un arma en la cabeza.
Dora Ríos, más conocida como una de las “enfermeras de Malvinas”, sufrió el violento robo de su auto al atardecer de este martes cuando se disponía a bajar mercadería y bidones de agua potable para un centro comunitario de Cabín 9. Recibió golpes y hasta la apuntaron con una pistola en la cabeza. Ahora, la mujer necesita volver a tener movilidad para seguir “ayudando a los que no tienen nada” y pide una mano solidaria.
El hecho se registró este martes entre las 17 y 18 cuando tres jóvenes que se movilizaban en moto sorprendieron a Dora y a una mujer que la acompañaba -y que tenía en sus brazos a su bebé de 8 meses- la bajaron a los tirones y uno de ellos le apuntó con su arma en la cabeza. Se llevaron su Renault Sandero azul, la mercadería que había en el vehículo y otros elementos.
“Estoy bien pero tuve muchos golpes. Salía del centro comunitario de Cabín 9, adonde hay niños y ancianos que necesitan comer, y allí me sacaron del auto a los tirones y me apuntaron con un revólver en la cabeza. Yo iba con una mujer que iba con su bebé de 8 meses. Yo no quería que golpearan a la chica ni a la bebé. Por suerte estamos vivas y podemos contarla”, resumió este mediodía Dora Ríos, aún con un tono nervioso en su voz por la horrible experiencia vivida.
Dora asegura que llevan alimentos y bidones de agua potable al centro comunitario “porque ni agua tienen” y que su idea es “ayudar al prójimo junto a los Veteranos de Malvinas, Unión Malvinas, las Mujeres por Malvinas y familiares y amigos que vamos conociendo y así juntamos donaciones”.
Sobre el asalto, comentó que “eran tres delincuente y yo vi dos que tenían armas. Había uno que estaba en moto. Allí se llevaron el auto y todos los alimentos, y también mesitas y sillas para los abuelos. También nos robaron las banderas de Argentina y Malvinas y las cosas que tenemos para vender para juntar fondos para los fletes. Nos quedamos sin nada, estoy sin celular, me quedé incomunicada”
Consultada por Canal 3 cómo se sentía para volver a realizar ese mismo trabajo tras la espantosa experiencia vivida la mujer no dudó: “Yo vuelvo con más fuerza a ese lugar. Como argentina y como veterana de Malvinas voy a seguir peleando y luchando. A esos chicos jovencitos que me robaron le pido a Dios que los toque. Hay una vida mejor, por eso vamos seguir trabajando”
Quienes quieran ayudar a Dora Ríos pueden comunicarse al celular 153 928499 o bien a través de la página mujerespormalvinas.com
Algunos datos sobre Dora Ríos
Dora Ríos hoy tiene 66 años, es viuda y tiene 2 hijos. Está jubilada pero sigue trabajando y siempre recuerda con cariño a su padre, que también fue enfermero. Desde ese momento supo que su deseo era estudiar medicina. Por dificultades económicas no pudo seguir esa carrera, pero con la convicción de que ese era su camino ingresó a la Cruz Roja.
En 1976, luego de terminar sus estudios en enfermería, se mudó desde Santa Fe a la ciudad de Punta Alta para comenzar a trabajar como enfermera civil en el Hospital Naval ubicado dentro del predio de la Base Naval Puerto Belgrano. Allí conoció a su marido y en el año 1982 se enteró de que estaba embarazada. Días después se inició la guerra. Claro que no sabía que era una guerra, porque el silencio, la mentira y la discreción fueron las formas con las que se manejaba la información durante la última dictadura militar. Por ejemplo, los cambios que se sucedieron por aquellos días en el hospital sólo eran nombrados como un “operativo”.
El Hospital Naval de Puerto Belgrano, donde trabajó Dorita, está ubicado en el sur de la provincia de Buenos Aires y fue el centro médico más importante con el que contó la Argentina durante el conflicto, ya que en sus instalaciones se podían atender las patologías de mayor complejidad de los combatientes heridos en Malvinas. Cuenta Dorita que “bajaban los aviones y los traían en ambulancias. Otros bajaban en helicóptero en medio del hospital porque tenía un espacio gigante, inmenso para recibir a los heridos. Estábamos en la línea de recibir a todos los heridos e ir derivando. Los veía el médico y se trataban en distinto lugar: quemados, cirugía, traumatología, lo que fuera”.
Al día de hoy Dorita se ve atravesada por la emoción que le generan tales recuerdos: “En el hospital nadie tuvo asistencia psicológica, ¡ni para nosotras! No había para nadie”. Pasados dos años de la guerra decidió mudarse a Rosario para mejorar su salud, afectada como consecuencia del trauma: “Tuve que irme porque tenía 28 años y estaba hipertensa y no sabía por qué, estaba hipertensa y pesaba 48 kilos”, recuerda. Una experiencia que jamás pudo olvidar y que aún la acompaña en el presente, “una guerra es un daño psicológico que no te vas a olvidar nunca”, admite esta luchadora que hoy sigue brindado su mano solidaria a quienes más lo necesitan.
Fuente Diario La Capital
A.D.