Se trata de tres personas que estaban alojadas en la seccional de Cafferata al 300 al momento de la desaparición de Franco Casco
Un terrible ocurrido en Rosario en octubre de 2014 tuvo algunas derivaciones que pueden revestir valor para que se haga, al fin, justicia. Se trata de la muerte del joven bonaerense Franco Casco, quien visitaba a familiares en esta ciudad y el día 6 de ese mes, fue detenido por la policía y trasladado a la comisaría 7a, ubicada en calle Cafferata, para aparecer recién tres semanas después, flotando sobre las aguas del Paraná.
El viernes pasado, en audiencia judicial, tres personas que estaban detenidas en esa comisaría los días 6 y 7 de octubre de 2014 declararon que después de la hora de la cena del día 6 y entre las 2 y las tres de la madrugada del día 7, Franco fue sometido a torturas dentro de la misma. contrariando la versión policial, que indicó que detuvo a Franco el día 7 después del mediodía y que lo liberó antes de la hora de la cena. Las declaraciones de los testigos fueron comunicadas por Santiago Bereciartúa, abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que es parte querellante en la causa que se tramita en tribunales federales.
“Dos de los tres testigos que se animaron a declarar manifestaron que la policía los amenazó de muerte para que no hablen”, agregó el doctor Bereciartúa. “Uno de ellos dijo ‘no lo hago por bronca contra la policía, porque mi papá lo era y mi hermano lo es, pero me da bronca lo que le hicieron a este pibe”.
“Uno de los testigos dijo, también, que una mujer policía les dijo a los que golpeaban a Franco que ‘paren, porque se les está yendo la mano’. Uno de los torturadores dijo, tras un golpe fuerte y seco, ‘ya está; no se mueve mas´, y otro respondió ‘bueno, dejalo ahí’ “.
“Al día siguiente nadie escuchó a Franco”, continuó el abogado. “Esos dos testigos que mencioné refrendaron lo que dijeron otros anteriormente”.
En una piecita pequeña de la comisaría 7a, conocida como ‘La jaulita’, “todos los presos, incluso los que no recordaban a Franco, dieron cuenta de que allí metían a gente detenida por averiguación de antecedentes y le pegaban, engrillaban en altura. Además, después de torturar, los policías pedían plata para no formalizar una causa”.
“Destaco la valentía de estos hombres, que – ellos mismos cuentan – se mueven en el ambiente del delito, por lo que están bajo dominio policial. Hay que tener huevos para contar en una audiencia lo que pasó”.