Lionel Messi merecía la copa por su enorme carrera, por lo que jugó en el Mundial Qatar 2022 y porque brilló en la final. Con el título se convirtió en leyenda.
Grandes futbolistas que perduran en la memoria colectiva quedaron en el umbral de la gloria. Les faltó esa coronación que los convierte en leyendas. Alfredo Di Stéfano y Johan Cruyff, por caso, integran ese grupo de elite que nunca dio una vuelta olímpica mundialista. El fútbol, en ocasiones, resulta injusto. No premia a los que tanto le brindaron a un deporte que mueve multitudes. Precisamente una sensación desagradable de esas sobrevoló de a ratos en el estadio Lusail. No había nadie más merecedor que Lionel Messi levantando la copa del Mundial Qatar 2022, pero los vaivénes de la final parecía que lo privarían de la única conquista que le faltaba, la más importante, para que el mito de su figura perdure de aquí en más por los tiempos de los tiempos. Había hecho todo en Qatar, actuaciones memorables, asistencias y hasta goles, incluídos los dos de la final y el de la tanda de los penales. ¿Cuánto más tenía que entregar?, ¿por qué tanto sufrimiento para dar esa vuelta olímpica que tanto soñó y que lo ubicaría definitivamente en el Olimpo del fútbol? Quizás fue la mano de Diego, las manos de Dibu Martínez o los aciertos de sus compañeros desde los doce pasos. O todo junto. O realmente fue una ayuda desde el cielo, como cree el Diez. “Sabía que Dios me lo iba a regalar”, dijo. Si fuese así, sin dudas que se trató de un acto de justicia divina.
Ni todos los récords que pulverizó en casi 20 años de carrera se compara con el hecho de alzar esa copa tan preciada. Era ni más ni menos lo que le faltaba a Leo. Interiormente sabía que era la última oportunidad y la jugó como tal, a un nivel superlativo, absolutamente superior a las otras cuatro Copas del Mundo que jugó. A los 35 años, regaló gambetas, toques maravillosos e impensados, asistencias decisivas, sutilezas para el asombro y goles fundamentales, en cantidad y calidad. Tanto dio, tanto ofreció, que mereció con justicia la elección de “mejor jugador del Mundial”. Y también la de “mejor jugador de la final”, poniendo de manifiesto la relevancia que tuvo en uno de los dos partidos más importante de la historia futbolística de la Argentina de las últimas cuatro décadas, que justamente lo tuvo en ambas como protagonista.
Messi condujo a una selección argentina que minimizó a Francia, la dominó táctica, estratégica y futbolísticamente. El predominio del conjunto de Scaloni fue total, colectivo, con el plus que le otorgó el enorme talento de la Pulga. El toque sutil en el penal para inaugurar el marcador. El derechazo furibundo tras el rebote que dio Lloris para el 3 a 2. Y un nuevo “pase a la red” en la tanda de penales. Con semejante aporte, ¿cómo podía pensarse que no conquistara el título? Pero el formidable Mbappé y algunos desajustes defensivos se interpusieron entre la Pulga y la copa. Lo bueno es que el astro rosarino no estaba solo. Sus compañeros también pusieron la cara y sacaron adelante la final.
“Que la gente confíe. No los vamos a dejar en banda”, planteó Messi instantes después de que intentaba asimilar la durísima derrota contra Arabia Saudita en el debut. Y vaya que él no dejó a nadie en banda. Hizo goles en seis de los siete partidos de Argentina en el Mundial y jugó ante Francia con enorme categoría para un cierre glorioso en Qatar, distinto a aquella otra final que perdió con Alemania por 1 a 0 en el Mundial de Brasil 2014.
Tanto sufrimiento derivó en desahogo, celebración y euforia de Leo, con esa camiseta blanquiceleste que vistió con orgullo pero con la que se le negaban grandes satisfacciones. Si hasta llegó a renunciar a la selección en 2016 tras perder la final de la Copa América de ese año. Pero volvió y fue campeón de la Copa América 2021. Era justicia. Igual le faltaba algo más. La copa que Diego levantó en el Azteca. Es que al margen de que ya nadie lo cuestiona, nada hubiera sido igual si no la conseguía. Así de injusto suele ser el fútbol. Pero llegó la justicia divina para que Messi quede por siempre y para siempre en lo más alto de la idolotría popular. Al lado de Diego, para un abrazo de Diez y la felicidad de un pueblo entero. Y para seguir disfrutándolo aunque sea por un tiempo breve porque, tal cual dijo, quiere “seguir viviendo unos partidos más siendo campeón del mundo”. Eternamente, agradecidos.
Autor: Rodolfo Parody
Fuente: La Capital (www.lacapital.com.ar)