Un analista con experiencia en la lucha contra el narcotráfico y que vivió in situ los años de sangre y plomo de la ciudad colombiana observa varios puntos de contacto entre aquella experiencia y la circunstancia actual de Rosario
Jorge Luis Vidal, analista en Inteligencia Delictual, graduado universitario en Seguridad Pública y especialista en la lucha contra el narcotráfico, brindó su mirada, a la distancia, de esta etapa de crecimiento exponencial de crímenes y muertes violentas en Rosario.
“Lo que pasa en la ciudad no puede llamar la atención a ninguna autoridad nacional y, menos, a cualquier autoridad provincial. Rosario es una ciudad espejo de la Medellín de los ’80”, comparó. “Lo que empezó a suceder en esa ciudad colombiana es lo que, de a poco, está dándose en Rosario: amenazas, balaceras, extorsiones, asesinatos de todo tipo, sicariatos para ajustes de cuentas entre bandas o entre gente que no ha cumplido con alguna ‘promesa'”.
Se vino toda la violencia junta. Lo que vivimos ayer”, en referencia a la gente de Empalme Graneros que destruyó la casa del acusado de matar al niño Máximo Gerez, “fue una chispa que encendió un polvorín: la gente se cansó porque viene observando que la policía no puede, no quiere o está tan corrupta que no actúa contra el narcotráfico”.
Medellín redujo la violencia “con decisión política. En el caso de Santa Fe, tendría que suceder que aquellos mismos que no le pusieron el pecho a la situación sean los que, despojados de hipocresía y egoísmo y fuera de cualquier negocio, se sienten y le digan a la ciudadanía: ‘tenemos este plan rector y lo vamos a llevar adelante’. Tendrán que explicar cuánto tiempo les va a llevar, pero el momento es ahora”.
En Rosario, “la fuerza pública perdió el manejo del terreno. La policía no puede hacer prevención y, mucho menos, dar respuestas; no tiene inteligencia criminal. No se trata de entrar por la fuerza, arrasar con todo y no dejar narcotraficante en pie; hay que ganar el terreno, quedarse en él y llevar todo lo que el Estado debe darle a la gente y que no le da: salud, seguridad, economía, trabajo, educación, cultura. Esa es la forma de devolverle la normalidad a la zona y hay que hacerlo barrio por barrio”.
“Hay que sacarle al narcotráfico el ejército de adolescentes dándoles a éstos un horizonte, con educación y cultura; haciéndoles entender que la vida tiene un sentido”.